La Comunidad Musulmana en la Argentina
En los comienzos del siglo pasado nuestro país tenía apenas un millón y medio de habitantes. La inmigración árabe se registra a partir del año 1875 y continua fluídamente hasta 1914, es decir hasta la declaración de la Primera Guerra Mundial. Finalizada ésta continuó el flujo inmigratorio, aunque ahora con menos intensidad.
Llegaban en busca de mejores oportunidades, muchos de ellos indocumentados y solteros. Muy rápidamente se adaptaron a pesar de las dificultades que representa el desconocimiento del idioma español. Los usos y costumbres criollas fueron asimiladas sin esfuerzo y comenzaron, a la par de ejercer oficios menores, a desarrollar pequeños comercios. Un gran porcentaje se instaló en la Capital Federal y sus alrededores, mientras que otros prefirieron poblar el interior, ambiente que mejor se adecuaba a sus costumbes ancestrales.
Aquí, en nuestra Argentina, jamás se sintieron extranjeros y muy pronto adquirían características de elementos muy acriollados. Amaban a esta tierra, que todo les dio sin pedirles nada a cambio, como si fuera la propia, y se convirtieron en hombres de negocios, ganaderos, chacareros y hasta pequeños industriales. El fenómeno curioso es que se sentían fundamentalmente ligados a esta tierra, es decir que no formaban parte de intereses internacionales. Poseían las virtudes y los defectos del nativo y nada ni nadie podía creer que un inmigrante árabe tenga un adarme de sentimientalismo extranjero. Más aún, hablaron el kechua y el guaraní a la par de un español dificultoso, a fuerza de comenzar a olvidar su lengua original. Eran argentinos por adopción, con las mismas ansiedades, ambiciones y alegrías de los nativos.
Fuente: Mezquita